viernes, 30 de septiembre de 2011

«ENVEJECER... ES TODO UN ARTE»

por Carlos Rey.
Dichosos son los que comprenden
mi paso tambaleante y mi mano temblorosa.
Dichosos los que saben que ahora mis oídos
tienen que aguzarse para captar lo que ellos dicen.
Dichosos los que parecen darse cuenta
de que se nublan mis ojos y se debilita mi memoria.
Dichosos los que apartan de mí la mirada
al ver que derramo el café sobre la mesa.
Dichosos los que, con alegre sonrisa,
se detienen para conversar conmigo.
Dichosos quienes nunca me dicen:
«Ya me has contado esa historia varias veces.»
Dichosos los que saben recordarme
aquellos lindos tiempos del ayer olvidados.
Dichosos quienes me hacen saber
que me aman, me respetan y siempre me acompañan.
Dichosos quienes saben que ya no encuentro fácil
hallar la fuerza para llevar la cruz.
Dichosos quienes allanan el camino
de manera amorosa en mi viaje hacia el cielo.3
Pues, como dijo Jesucristo en su quinta bienaventuranza: «Dichosos los compasivos, porque ellos serán tratados con compasión.»

«ENVEJECER... ES TODO UN ARTE»

por Carlos Rey



(Víspera del Día Internacional de las Personas de Edad)
Aprender a detestar los espejos,
a embotellar los ojos,
a cicatrizar con arrugas los labios,
a crecer en manchas y pecas
manos, brazos y pechos....
Dejar que el reino de la invalidez
sea la monarquía del futuro....
Difícil destino de envejecer
con un espíritu habitado por la infancia,
donde se juega con hadas y princesas....
Un comercio ofrece en vano esconder años
y, a pesar de tantos esfuerzos y no menos costos,
los años no se transforman en días....
«¡Ya soy vieja! —proclamo a los vientos—.
Me cuesta subir gradas,
jadeo en las laderas,
me aburro espantosamente de mí misma,
mis perros me botan,
y se me quiebran las piernas,
sin remedio que alivie las quebraduras.»
En el alcance rotundo de la vejez,
se hinchan los pies y las encías,
se pierden los dientes y se nubla la vista.
Los postizos nunca se acomodan
a los llantos y a las risas,
y con ese prólogo se entra
a la soledad y al silencio....