viernes, 22 de junio de 2012

«LA RANA VOLADORA»




«LA RANA VOLADORA»
por Carlos Rey

Un amigo me contó
de una rana voladora,
y ahora trato de narrar
en versos aquella historia.
Se puso a mirar un día
la ranita presuntuosa
el elegante y veloz
vuelo de algunas palomas.
Sintió un poquito de envidia
porque era muy orgullosa;
entonces quiso volar
y no ser más saltadora.
Saltando fue al palomar
más cercano de la zona;
a dos aves se acercó
y les dijo muy melosa:
«Palomas, yo quiero ser
una rana voladora,
pues me quiero convertir
en la rana más famosa.»
Tras larga conversación,
no pudieron las palomas
a la rana convencer
de que era una idea muy tonta.
Pero a fin de complacer
a la rana vanidosa
decidieron inventar
un vuelo de nueva forma.
Se buscaron un cordel
y comenzaron la obra;
se lo tuvieron que atar,
a las patas, las palomas.
La rana debía tomar
esa cuerda con la boca,
y las aves, al volar,
serían las transbordadoras.
Al fin pudieron lograr
esa hazaña meritoria;
y salieron a mirar
las multitudes curiosas.
Se oyó al público exclamar:
«¡Qué gran rana voladora!
Si hasta parece un avión
con sus alas y su cola.
»¿A quién se le habrá ocurrido
esa idea tan novedosa?
¡Sólo un cerebro genial
sería capaz de tal cosa!»
La insoportable emoción
de saberse prodigiosa
hizo a la rana gritar:
«¡Yo soy, yo soy la inventora!»
Nada más hay que añadir...
Sólo que una débil sombra
de inmediato cayó al suelo...
y allí terminó la historia.
Esta fábula versificada por el poeta cubano Luis Bernal Lumpuy nos recuerda el refrán que dice: «Por la boca muere el pez», porque fue precisamente debido a su boca que murió la rana. No aguantó las ganas de hacer alarde de su hazaña, sino que la proclamó a los cuatro vientos. El acto mismo de abrir la boca provocó su caída, ya que al hacerlo se soltó de la cuerda y se estrelló contra el suelo.