viernes, 22 de abril de 2011

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PARÁBOLA DE LAS FLEXIONES DE PECHO

PARÁBOLA DE LAS FLEXIONES DE PECHO
por Carlos Rey



Esteban era el alumno más fornido de la clase de religión del profesor Pérez. Un día el profesor le pidió que se quedara un rato después de la clase, y le preguntó:
—¿Cuántas flexiones de pecho puedes hacer?
—¿Flexiones de pecho?
—Sí, también se conocen como planchas y lagartijas.
—¡Ah! Puedo hacer sesenta —le contestó Esteban.
—¿Sesenta? ¡Muy bien, Esteban! —lo felicitó el profesor—. ¿Crees que podrías hacer ciento veinte?
—No sé —respondió Esteban—; nunca he hecho ciento veinte seguidas.
—¿Qué tal si las haces en series de cinco? Para que mi plan dé resultado, necesito que este viernes hagas ciento veinte en series de cinco. ¿Crees que puedes hacerlo?
—Bueno, creo que sí. Por lo menos puedo intentarlo.
Y así quedaron. Ese viernes al comienzo de la clase el profesor Pérez sacó una caja llena de las galletas predilectas de todos.
El profesor se acercó a la primera niña en la primera fila y le preguntó:
—María, ¿quieres una galleta?
María respondió:
—Sí, gracias.
—Entonces el profesor se volvió a Esteban y le preguntó:
—Esteban, ¿puedes hacer cinco flexiones de pecho para que María reciba una galleta?
—Claro —dijo Esteban—, y comenzó a hacer cinco flexiones.
Tan pronto como Esteban terminó de hacerlas, el profesor puso una galleta sobre el pupitre de María. De ahí pasó a José, el próximo alumno, y le preguntó:
—José, ¿quieres una galleta?
Cuando José le dijo que sí, el profesor le pidió a Esteban que hiciera otras cinco flexiones, Esteban las hizo, y José también recibió su galleta.
Así procedieron hasta que terminaron la primera fila. Esteban hizo cinco flexiones por persona para que cada una pudiera recibir su galleta. En la segunda fila llegaron a Pedro, el capitán del equipo de fútbol. Cuando el profesor le preguntó si quería una galleta, Pedro respondió:
—¿Acaso no puedo hacer las flexiones yo mismo?
—No, las tiene que hacer Esteban —le contestó el profesor.
—Entonces yo no quiero una galleta —replicó Pedro.
No obstante, el profesor le pidió a Esteban que hiciera cinco flexiones de pecho para que Pedro recibiera la galleta que no quería, y le dijo a Pedro que si no quería la galleta, que la dejara encima del pupitre.
Al ver que Esteban sudaba y que ya no volvía a levantarse entre series porque le exigía demasiado esfuerzo, los alumnos de la tercera fila dijeron uno tras otro que no querían la galleta. Sin embargo, cada vez que Esteban hacía otras cinco flexiones, el profesor ponía una galleta en el siguiente pupitre.
Al final de la cuarta fila, los brazos de Esteban le temblaban con cada flexión, y gotas de sudor le corrían por el rostro, así como las lágrimas de los alumnos que lo observaban. Cuando terminó de hacer la última flexión, consciente de que había logrado hacer todas las flexiones necesarias, sintió que se le desplomaron los brazos y cayó de bruces contra el piso.
El profesor Pérez dijo entonces:
—Fue así como nuestro Salvador Jesucristo exclamó con fuerza: «¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!»1 Y consciente de que había hecho todo lo necesario para pagar el precio de nuestra salvación, se desplomó en la cruz y murió, aun por los que no querían aceptar esa salvación.


1.Lc 23:46

LEER DE ARRIBA HACIA ABAJO Y LUEGO DE ABAJO HACIA ARRIBA

Con cariño: Los Políticos

Nosotros cumplimos con lo que prometemos.

Sólo los necios pueden creer que

no lucharemos contra la corrupción.

Porque si hay algo seguro para nosotros es que

la honestidad y la transparencia son fundamentales

para alcanzar nuestros ideales

Demostraremos que es una gran estupidez creer que

las mafias seguirán formando parte del gobierno como en otros tiempos

Aseguramos sin resquicio de duda que

la justicia social será el fin principal de nuestro accionar.

Pese a eso, todavía hay idiotas que fantasean - o añoran - que

se pueda seguir gobernando con las mañas de la vieja política.

Cuando asumamos el poder, haremos lo imposible para que

se acaben las jubilaciones de privilegio y los negociados.

No permitiremos de ningún modo que

nuestros niños mueran de hambre..

Cumpliremos nuestros propósitos aunque

los recursos económicos se hayan agotado.

Ejerceremos el poder hasta que

Comprendan desde ahora que

Somos la 'nueva política'.

Convincente, ¿verdad? .. Ahora leelo de abajo hacia arriba renglón a renglón...






QUE OPINAS...requetebueno...........................

lunes, 18 de abril de 2011

«TE DESEO...»

«TE DESEO...»
por Carlos Rey



Primero te deseo que ames,
y que, al amar, también seas amado,
y que, de no ser así, seas breve en olvidar,
y que, después de olvidar, no guardes rencores.
Deseo además que no estés solo,
pero que si lo estuvieras, sepas estarlo sin desesperarte.
Deseo también que tengas amigos,
y que aun los malos e inconsecuentes sean valientes y fieles,
y que por lo menos haya uno que sea digno de tu confianza.
Y porque la vida es así, deseo además que tengas enemigos,
ni muchos ni pocos, sino en la medida equilibrada,
para que algunas veces pongas en duda tus propias certidumbres,
y que entre tus enemigos haya por lo menos uno que sea justo,
para que no te sientas demasiado seguro.
Deseo así mismo que seas útil, pero no indispensable,
y que en los momentos malos, cuando no quede nada,
esa utilidad sea suficiente para mantenerte en pie.
De igual modo deseo que seas tolerante,
no con los que se equivocan poco, porque eso es fácil,
sino con los que se equivocan mucho y sin remedio,
y que, haciendo buen uso de esa tolerancia, sirvas de ejemplo a los demás.
Deseo que, siendo joven, no madures muy deprisa,
y que, ya maduro, no insistas en rejuvenecer,
y que, siendo viejo, no te entregues a la desesperanza;
porque cada edad tiene su placer y su dolor,
y hay que darles su lugar en nosotros.
Dicho sea de paso, deseo que estés triste,
no todo el año ni un mes, y ni siquiera una semana,
sino un día nada más; pero que en ese día de tristeza descubras
que la risa diaria es buena, la risa habitual es vana y la risa constante es insensata.
Deseo que descubras, con máxima urgencia,...
que existen y te rodean víctimas de injusticia, oprimidas e infelices....
Deseo incluso que acaricies un gato, alimentes un pájaro
y oigas un jilguero erguir triunfante su canto matinal,
porque de esta manera te sentirás bien sin haber hecho nada importante.
Deseo también que siembres tu semilla, por más ridículo que parezca su tamaño,
y que la acompañes en su crecimiento cada día
para que sepas de cuántas vidas está formado un árbol.
. . . . . . . . . .
Deseo además que seas frugal, pero no de un modo exagerado sino bien pensado;
pero que esa frugalidad no impida que te des un gusto de vez en cuando.
Deseo también que ninguno de tus afectos se extinga, por tu causa,
pero que si se extingue alguno,
puedas llorar sin lamentarte y sufrir sin sentirte culpable.
Por último, te deseo que, siendo hombre, tengas una buena mujer,
y que, siendo mujer, tengas un buen hombre.
Y que se amen hoy, mañana y al día siguiente,
no de forma esporádica sino de modo constante desde ahora en adelante,
y que cuando estén exhaustos y sonrientes, aún tengan amor para volver a comenzar.
Y si todo esto llegara a suceder, no tendría nada más que desearte.1
Tal vez lo único de veras importante que el poeta brasileño Sérgio Jockymann pudo también haberle deseado al destinatario de estos emotivos versos que publicó en 1978 fuera lo siguiente que San Pablo, el venerado apóstol, les desea con vehemencia a sus destinatarios en Éfeso: que «puedan comprender... cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo; en fin, que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento».2


1Sérgio Jockymann, «Os Votos», Jornal Folha da Tarde, Porto Alegre, R.S., Brasil, 30 diciembre 1978

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